El establecimiento de una empresa en España supone, a parte de un serio quebradero de cabeza en esfuerzos y tiempo hasta su puesta en marcha efectiva, una inversión económica que dependiendo de cómo se lleve a cabo, puede verse incrementada exponencialmente. Todo depende de los canales escogidos para abrir una empresa en España.
Aunque tanto la informatización del Registro Mercantil como la adaptación que algunas notarías han realizado a sistemas telemáticos permiten rebajar sensiblemente los costes tanto económicos como temporales, los procedimientos para abrir una empresa en España y dar cuerpo a una iniciativa empresarial siguen siendo excesivamente gravosos.
La alternativa lógica a la apertura de una empresa en España debería ser la del trabajo por cuenta propia a pequeña escala. Lo que llamamos el mundo de los autónomos. Lástima que la presión fiscal en este caso puede llegar a ser incluso mayor que la que pueda ejercerse sobre entidades jurídicas que teóricamente puedan disponer de un mayor músculo financiero inicial.